miércoles, 24 de noviembre de 2010

Paciencia no orgullo

Gálatas 6:1-3 Hermanos si alguien es sorprendido en pecado,  ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno,  porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo. Si alguien cree ser algo, cuando en realidad no es nada, se engaña a sí mismo    

La lectura de este pasaje me recuerda que si bien la mala conducta debe ser confrontada en forma amorosa, también habrá ocasiones en que tenga que soportar las fallas de algunas personas conflictivas.
La humildad nos permite ser pacientes con los errores de los demás. Mientras caminamos en amor y oramos por las personas, Dios obrará y tratará con sus fallas. Cosechamos lo que sembramos: Si sembramos misericordia, cuando la necesitemos, cosecharemos misericordia. Aún cuando en ocasiones se nos haga difícil soportar las debilidades de los demás, la Palabra de Dios nos fortalece y nos capacita para hacer la voluntad de Dios.

Cuando se encuentre tentado a ser orgulloso, estudie o medite en la Palabra, pídale al Espíritu Santo que haga a través de usted lo que no puede lograr con simple fuerza de voluntad. Recuerde, el orgullo es un pecado, y es el culpable que se esconde detrás de las relaciones rotas. Las señales del orgullo incluyen falta de voluntad para admitir fallas o renuencia a asumir la responsabilidad por las propias acciones. El orgullo siempre quiere hablar, pero nunca quiere escuchar. El orgullo no hace las paces. El orgullo es testarudo; no quiere ser instruído, quiere instruir a los demás.

El orgullo fue el pecado de Lucifer; ¡dijo que se levantaría a sí mismo y a su trono por encima de Dios! Por lo tanto, vemos que esa clase de orgullo se manifiesta cuando una persona se tiene en más alta estima que los demás, pero Dios dice que todos somos iguales ante sus ojos. Lucifer, por supuesto, nunca ha sido igual a Dios, pero en lo que respecta a relaciones humanas, ninguna persona es mejor que otra. Recuerde eso, y estará bien encaminado para poder evitar el orgullo. No se engañe creyendo que el orgullo lo llevará a donde quiere ir. Más bien, permita que la verdad de Gálatas 6: 1-3 descienda profundamente en su corazón y lo cambie de adentro hacia afuera.

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Hasta la próxima 

Juan Guillermo Ruiz 



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