miércoles, 27 de octubre de 2010

Cambiando su forma de pensar

La vida no es divertida cuando es controlada por los sentimientos, porque estos cambian constantemente. No se puede confiar en los sentimientos, no sólo porque cambian tan seguido, sino también porque mienten. Nuestros sentimientos influyen en nosotros, porque somos criaturas "carnales". Muy a menudo, permitimos que nuestra alma—nuestra mente, deseos y emociones—nos guíe en vez del Espíritu Santo. Aunque no podemos mantener los pensamientos negativos completamente alejados de nuestra mente, no tenemos por qué enfocarnos en ellos.

Contamos con el libre albedrío, y podemos escoger no ceder a nuestros pensamientos. Como seguidores de Cristo, debemos vivir guiados por la verdad y la sabiduría, no por nuestras emociones.
Hubo un tiempo cuando yo no resistía los malos pensamientos y, como resultado, tenía una vida inestable. Ahora, cuando esos sentimientos aparecen para causarme miedo y miseria, me detengo y digo: "¡Juan Guillermo, deja eso! ¡Tú sabes que eso no es cierto!". Así es que aunque, en ocasiones, puede que me sienta bombardeado por pensamientos no muy amorosos, no permito que esos sentimientos dicten ni estropeen mi vida. Eso es parte de ser espiritualmente maduro.

Permítame presentarle unos ejemplos. Quizás se haya encontrado en medio de una multitud y se ha sentido como que todos están hablando de usted. Eso no quiere decir que lo hacían. Quizás se sienta que nadie lo entiende, pero eso no quiere decir que no lo entiendan. Quizás se sienta malentendido, no apreciado o hasta que no lo han tratado bien, pero eso no quiere decir que así sea.
Estos son sólo sentimientos. Necesitamos ser maduros, disciplinados, controlados por el Espíritu Santo y determinados a caminar en el Espíritu.    

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